Bolso Boa

Susto inesperado

Ese día me desperté extraña, con una sensación de somnolencia y una mezcla de alerta. Al principio al ver la ventana de mi habitación entreabierta pensé que el viento había tirado algo de la casa. Me mantuve en silencio unos minutos abrazada a la almohada. Esperaba que algo pasara, buscaba una pista en las sombras de la habitación, en los brillos que el cristal de la ventana al contacto con el sol proyectaba sobre las paredes. Apenas el sonido del viento se escuchaba más fuerte que mi respiración pausada. Allí no había nada ni nadie, pero estaba sobresaltada. Me incorporé con más calma y busqué bajo la cama con mi pie una zapatilla. Giré mi pie hacia la parte derecha y no encontré nada, pero luego al llevarlo sobre la parte izquierda tope con algo suave… En ese momento una brizna de viento entró por la ventana y como si de una advertencia se tratara, rápidamente saqué mi pie debajo de la cama.

No quería creer que algo hubiera entrado por mi ventana, estaba lejos del suelo, pero nunca se sabe. Pensando que animal podía ser, empecé a descartar animales.

Un león está claro que no cabe debajo de mi cama, a parte ¿de donde va a salir un león? Un pingüino, bueno no sabe volar y supongo que no estaría quieto debajo de mi cama. Un gato, un perro o un ave descartado, aquello estaba inmóvil y era suave. Y claro como es suave descartamos animales de pelo… ¡Hum!, pensé que una rana o lagartija podría encajar, pero eso era un poco más grande…. ¡Más grande! Mama mía pensé ¿Qué se ha colado bajo mi cama? Rápidamente acudí a mi vecino más cercano, un pobre bombero (lo de pobre lo digo porque había tenido una noche de guardia muy movida y no había pegado ojo, esto lo supe después). Venancio (Mi vecino bombero, si lo sé, el nombre no le hace justicia os lo garantizo) entró con su pantalón de faena (lo primero que encontró por la casa, ante el desconcierto de mis gritos en su puerta) y un palo de escoba. (En estos momentos es cuando odio que mi teléfono se quede sin batería y no pueda fotografiar).

Veni (como le llaman mis amigas…bueno y yo) tomó todas las precauciones posibles. Con un delantal mío se cubrió un brazo, al estilo de un adiestrador de perros de policía. Se acercó con la prudencia que te permite un palo de escoba y subió un poco la sábana que tapaba el hueco de la cama. Un reflejo del sol le daba en la cara, pero fue suficiente para cambiarle el semblante.

 

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-¡Una boa o algo peor!

Mi cuerpo con piel de gallina se contrajo.

-¿Cómo que una boa o algo peor? , Veni haz el favor…

-¿Veni, como que Vení? – Me respondió con cara de bobo mirándome.

-Anda deja de mirarme así y haz el favor de mirar hacia la cama, no sea que nos ataque.

-Veni (Dijo Venancio sonriendo mientras metía el palo bajo la cama con suavidad)

Al instante la boa o algo peor salió grácilmente balanceándose sobre el palo. Me puse roja, morada y azul y le pedí disculpas. Él aceptó a cambio de invitarle a desayunar en una cafetería cercana. Y yo acepte a cambio de que se pusiera camisa, se calzara y dejara aquel ridículo palo junto a la boa(no sabía que decirle)

Desayunamos, disfrutamos de la conversación y más de la compañía. Salimos varias veces juntos, y siempre que le iba a buscar al parque de bomberos, me preguntaban por la boa. Unas veces la llevaba y otras no, pero infinitamente cuanto le debía y adoraba a mi bolso, ese que un día Veni sacó semi vestido con un palo debajo de mi cama.

> Agotado <

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El broche de Filou

Filou era mi pequeño dálmata. Los paseos por el Boulevard Saint-Michel eran de lo más tranquilo. Puede que alguna vez me cruzara con André, aquella época no nos conocíamos…

Recuerdo como una tarde apacible caminaba con Filou, no recuerdo lo que iba pensando, creo que solamente contemplaba la sombra de las hojas de los árboles en el suelo, hasta que la correa de Filou se tensó y la solté de mi mano. Algo le había detenido y me giré rápidamente para averiguar qué es lo que ocurría. Un hombre mayor con sombrero y gabardina gris clara, estaba detenido frente a Filou con los brazos en alto y un paquete en lo alto. Ambos no se apartaban la mirada, y mientras cogía con fuerza la correa de Filou, el hombre sin apartar la vista de mi dálmata me preguntó:

  • – ¿Es suyo señora?
  • – Señorita si no le importa, Filou es del mundo, es un animal muy independiente, pero si se refiere a si soy la propietaria, pues sí, así lo atestigua la asociación canina  de Paris.
  • -Disculpe señorita, pero en mi situación uno se preocupa mucho de la asociación canina de Paris, sino más bien de ser agredido por su animal.
  • -Está bien señor, ya puede bajar los brazos, Filou ya ha guardado su arma, esta vez salva usted la bolsa y por supuesto la vida (dije sonriendo)

El caballero bajó sus brazos y fijó sus ojos sobre mi rostro sonriente. Pestañeo despacio y se quitó el sobrero.

  • -Disculpe señorita, no he tenido buenas experiencias con los perros, no son de fiar.
  • -Tranquilo, fíese de Filou, él se fía de los humanos ya ve.
  • -Bueno todo queda en un simulacro de susto, dispénseme señorita, pero yo y los perros no hacemos buenos dúos.
  • -Disculpado, y disculpado Filou que seguramente se sintió atraído por lo que porta en su paquete.
  • -Cierto, un pedido de Faisán para el Señor Bernard, un gran gourmet y amante de los animales.
  • -¿Cómo? – Le dije ruborizada – ¿No pretenderá desayunarse a mi Filou?
  • -No, no se enoje, es amante de la buena comida y adora la presencia de los animales, tiene perros de varias razas, tres gatos y en su finca del campo un caballo. Disculpe no pretendía….

Me empecé a reír por lo ridículo de mi pensamiento, el caballero sonrió, me beso la mano y después con cierto temblor acarició la cabeza de Filou. Mientras se perdía por el boulevard Saint-Michel, Filou se puso a ladrar a otro dálmata. Me pareció ver al caballero apretar el paso y perderse en una esquina con aquel paquete de nuevo sobre su cabeza….

Que buenos recuerdos siempre me traen los dálmatas….

dalmatas broche
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clutch rombo

Clutch y rombos

 

Hoy en clase de pintura no he estado atenta. La verdad es que las técnicas de Tiziano en su obra no me inspiraban nada esta mañana. Imitar gestos, pintar anatomía humana no me transmitían apenas nada, así que desatendiendo las técnicas y consejos de la persona que dirigía la clase, me he puesto a pintar figuras geométricas. Primero un círculo que terminó en elipse, un cuadrado no demasiado recto, para terminar en un rombo dorado. El lienzo era barato y viejo, procedería de alguna subasta o lote olvidado. Tenía grietas a modo de pequeños ladrillos, y al observar aquel rombo dorado, una sonrisa acompañada de un recuerdo vinieron a mi mente.

Un verano, no muy lejano acompañaba a mi André junto a una destacada persona de la familia Banús. Visitamos el puerto que construyó su padre hace muchos años. Yo no conocía esa zona, llena de tiendas de firmas de lujo, coches deportivos, personas sonriendo, yates brillando. Un pequeño Mónaco asentado en la costa Española. André hablaba con la otra persona, sobre historia, proyectos a futuro…

Yo observaba como paseaba la gente, rodeados de lujo, fotografiando todo. La historia del puerto es fascinante, así como las personas que habían recalado. Yo no tenía ganas de ver tiendas, quería pasear con André, pero el trabajo lo impedía. Así que decidí volverme al hotel, quizás en la hamaca de la piscina el tiempo pasara más deprisa. Pero al volver hacia el hotel, un grupo enorme de personas cargados de cámaras fotográficas me franqueaba el paso. Fotografiaban a todo, y por supuesto a todas, así que decidí buscar otra ruta por las calles aledañas. Callejeando vi una pequeña tienda que deslumbraba. El sol caía sobre su escaparate y algún articulo brillante desviaba la luz hacia mis ojos. Mirando hacia el suelo me dirigí al escaparate. Un pequeño clutch rodeado de brillantes me llamaba. La luz refractada en su increíble rombo era la que me aviso. Yo no llevaba tarjeta, solo mi pareo y mis sandalias. Así que toque el cristal como despedida y me encaminé hacia el hotel.

clutch rombo

Una vez en mi tumbona me quede semidormida. El sonido del agua, del viento, la música suave me hizo relajarme. No sé cuanto tiempo estuve en ese estado, hasta que un ruido de alguien saltando a la piscina me despertó. Intenté abrir los ojos y no pude, el sol a mi espalda se reflejaba en el vaso de un huésped y me deslumbraba. O eso creía yo cuando noté que el vaso se acercaba a mí. El vaso resultó ser el clutch , su portador André y el chapoteo en la piscina, el camarero metiendo sus manos en el agua haciendo ruido.

André siempre cuidaba de mí, aún cuando yo me pensaba que estaba sola, aún cuando el sol me deslumbraba desde un rombo en un escaparate…

Clutch rombo disponible en la web de El Rincón de Mamá 

 

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Auspiciar buenos augurios

Es un decir, una voz popular en días de fiesta. ¡Qué tengas un buen día! ¡Qué seas muy feliz! Pero para mí hoy solo es un recuerdo, una nostalgia cargada de viejos sueños ya cumplidos. Sacado de contexto puede chirriar como una vieja verja oxidada a nuestro paso. Hoy he visitado el hospital, una inspección rutinaria y obligatoria, nada del otro mundo. Al parecer es una vez al año, y bueno cualquier excusa es buena para salir de mi encierro.

El vehículo que nos trajo no tenía ventanas, solo podíamos oír el ruido de la ciudad, encerradas en paredes metálicas todo parecía aún más grande. Al abrirse las puertas un gran parking de ambulancias nos recibió, junto a nuestros guardias. Fuimos entrando en fila hasta una sala de espera con otros pacientes, también rutinarios.

Y nos embargó la espera, mientras una a una íbamos entrando en la consulta donde un esterilizado y desinfectado reloj de pared marcaba las horas. En esa sala de espera, donde solo deseas que alguien venga a Tacones Rojos pude hablar con ella. Su rostro lleno de luz me sonreía. Supe que era madre de dos niñas, que era directora en un colegio y que la gustaba mucho bailar, aunque últimamente no estaba para muchos bailes. No me preguntó por mi delito y sus ojos me miraban con ternura. Yo sin saberlo sujetaba su mano caliente y ella me contaba con dulzura quién era el mejor doctor y su enfermera predilecta. Yo no podía hablarla de André, y no me quería sentir de ninguna manera, ni jueza ni abogado, no quería pensar en mis actos y menos justificarme de nada. Aquella mujer y su buena energía me calmaba. Su lucha era titánica y mi cárcel un privilegio al lado de su razón de estar.

No había temor en su mirada hacia el futuro, su pasión contrarrestaba los efectos secundarios de una quimio que abrasaba, pero no quemaba su pasión por la vida. Una parece que avanza por la vida, montada en un carrusel de toda clase de suertes y desenlaces. Mientras yo viajo con mi culpa muy cubierta, ella camina con su vida a ras de la piel.

La enfermedad en su definición más básica, es la ausencia de los colores que nos obsequia todos los día el cielo, con una infinidad de arcoiris de amistad, de sentirse y de querer. Si por poco que podamos donamos un minuto de nuestro tiempo, una milésima parte de nuestra esencia a una buena causa, ese algo se transformará en muchos y podrá crear su propio arcoiris. Así me dijo aquella mujer cuando la pregunté por su hermosa camiseta con dos equis y un corazón. Después me dio un beso de despedida y sonriendo nuevamente me susurro al levantarse:

Te beso para que encuentres tus alas” Y vaya si volé… como ahora, como todos los días en los que un frío barrote franquea mi ventana, pues a mis sueños, a mis deseos, a mis ganas de vivir no les faltan alas para besar como aquella mujer; Los cielos y la vida.

Dedicado a Sandra Ibarra, por saber transformar esos barrotes que a veces tanto asuntan, en alas multicolores de futuro e ilusión.

 

El rincón de Mamá

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