matrícula

Matrícula de honor

Matrícula par o impar, la que más te guste.

Desde que la primera matrícula se pusiera en el primer vehículo matriculado en España allá por 1900, ha llovido mucho. Poco a poco los vehículos destinados solamente a ricos comerciantes o personas de nivel altísimo, fueron bajando de precio para llegar a mucho más público. La necesidad de matricularlos era un agravante. No para cobrar impuestos ni multas, eso todavía no existía, sino más bien para identificar a sus propietarios.

La revolución automovilística ha evolucionado para llegar a todos los bolsillos, todos los estilos, todos los gustos, campo, ciudad, deportivo, suv, etc. Y lejos de detenerse sigue evolucionando hacía el vehículo eléctrico, de bajo consumo, sin humos.

Al igual que la industria del automóvil, la industria de la moda ha evolucionado al punto de fusionar nuevas con veteranas formas de crear moda. Mezclar materiales, aleaciones, minerales, vegetales, seda, fibra y como en el caso que nos ocupa hasta biónicos.

Matrícula de honor para la moda.

Por primera vez en la industria de la moda, como aquellos mecánicos que fabricaban sus piezas para automoción, surge el artesano que fabrica y adapta un material no utilizado hasta la fecha en la moda. Se trata del metacrilato y los cargadores de teléfonos móviles. Ambos se unen en torno a una matrícula como un guiño al comienzo de una nueva era. Identificar a su portadora, saber quién realmente puede lucir uno de estos nuevos bolsos. Realizados en la mejor piel, y moldeando el conocido metacrilato de la industria, para tornarse en una pieza única y exclusiva. Diferentes colores, diferentes matrículas, Paris, New York, …   ¿Con cuál te identificas? Incluye cargador interno de móvil para que nunca vayas en reserva, siempre llena, como los Rolls Royce ¿Subes?

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Maletas al viento

Con las maletas al viento

A veces lo más seguro para nuestra supervivencia, es coger las maletas y el primer billete disponible hacia ninguna parte. Y así fue en aquella ocasión, en la que un amigo de confianza, se tornaba en titiritero, acróbata, león y hombre cañón. Confieso que me gusta el circo, pero siempre de espectador nunca como fiera mansa domada tras el látigo o el embuste de las luces y los trajes brillantes. No sé que ví en ese prestidigitador de pista, pero no era cuestión de juzgar lo uno ni al otro, así que junto a mi André, tomamos el tren que partía hacia el norte. André al que convencí sobre el asunto del viaje  «un viaje sorpresa», miraba por la ventanilla del expreso buscando algún tipo de pista. Quizás leyendo entre las líneas que dan las montañas, los postes de teléfono o los nombres de las estaciones.

En cada parada André se inquietaba, no sabía si debía levantarse o seguir esperando. Mi tranquilidad le inquietaba, pero yo solo veía al bueno de mi amigo por todas partes; dando la salida al tren, vendiendo comida por los vagones, asomándose en el compartimento siguiente…

A veces creo que el destino juega con nuestras vías y cambia los raíles hacia rutas que no queremos. Y que una vez conscientes hacia dónde vamos solo nos queda la terrible decisión por delante. Bajarse en la siguiente, arrojarse en marcha, no hacer nada o amotinarse ante el maquinista. Soy más partidaria de cambiar de tren en la siguiente estación, pero juro que a veces me gustaría subir por el techo del tren, como en esas películas del Oeste y saltar sobre el incauto maquinista que solo mira al frente. Desenganchar todos los vagones que una lleva de balde en la vida y partir sola en la vida, con las personas que quiero, con el equipaje justo, sin sobrecargas.

El tren continuaba atravesando montañas, túneles, países diversos y el recuerdo de mi querido amigo junto a su rostro se difuminaba en el vaho de las ventanas. Quizás ya cuando el último atisbo se esfumó, como el círculo de humo que sale de una pipa, entonces pude reaccionar.

¡Nos bajamos en la próxima André!

André no protestó, se levantó a coger el equipaje, no le dejé coger mi bolso maleta, este le llevo yo, de momento no necesitaré ayuda le dije. Cuando el tren se detuvo bajamos en una pequeña estación. No había nadie esperando, tampoco nadie subió. Esperamos hasta que el tren se marchó y el silencio nos envolvió. Al lado un pequeño riachuelo dejaba su melodía, André se sentó en el banco mirando a ambos lados de la estación, como esperando a alguien. Y yo sentí por el momento envidia de una hoja que navegaba ella sola por el río. Sorteando juncos, desniveles, remolinos y rocas. Se alejaba despacio pero segura, el pequeño río, un auténtico Amazonas para su tamaño que a ella no la preocupaba.

Si de verdad somos meras hojas en un río, cuando me alegro de no ser esa roca que inmóvil espera su turno para flotar por ese río, de ese junco atornillado y perecedero que no se inmuta ante la corriente, o el remolino que da vueltas y vueltas y nunca llega a nada. Y como hoja, como dueña de mi misma y mi destino, cogí la mano de mi André y nos pusimos a caminar.

Nos atrapó la noche, aunque estoy convencida que nosotros la atrapamos a ella, en aquel hotel improvisado que un lugareño sorprendido al vernos, nos facilitó el acceso a su albergue con otros viajeros perdidos. Y allí entre mochilas, maletas y viajantes  como diría el poeta unos años más tarde, descansamos donde habita el olvido.

Bolso en tienda (99 €)

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Bolsos maletas

bolso Piel azul

Piel azul mariposa

Piel azul mariposa

Mi bolso de piel azul mariposa es una sonata, y luz de luna sus herrajes. Un regalo de André de la boutique Doré de una ciudad que ya no quiero recordar. La elegancia de su diseño, acorde con el semblante que termina ensanchandose en su base. Un cómodo bolso que sabe ser un claro en el maremágnum de bolsos que se cruzan en tu camino. Siempre es divertido ver cómo atrae las miradas de otras mujeres, como el mantero que vende réplicas de plástico te sigue con la cabeza mientras se pregunta porqué no tiene él ese modelo clonado en sintético despropósito.

Piel azul

André siempre ha sido un hombre de principios, y pese a la convención de Ginebra, la ONU, o los derechos de los animales, un buen bolso tiene su razón de ser y estar.

Durabilidad, inmortalidad, elegancia y gusto. Una nota afinada en la sinfonía maravillosa de ser mujer. Quizás el juicio un día se me nuble, quizás una mañana no reconozca tu nombre, o me abandone a mis pensamientos, pero mi bolso seguirá en su sitio, esperando a compartir juntos otro día.

En esta vida hay muy pocos días sinceros, olvidamos tantas cosas para aprender otras tantas. Y mientras tanto ese azul mariposa, ese azul como la leyenda, perdura en nosotros. ¿La leyenda? Si aquella de dos niñas que enviaron al campo, cerca de un sabio que todo lo sabía. Y aburridas las niñas decidieron retarlo. Una de ellas atrapó una mariposa azul y se la puso en el puño cerrado. Retaría al sabio preguntándole si estaba viva o muerta. Si el sabio decía que viva, ella estrujaría a la mariposa y el sabio perdería. Si por el contrario decía que muerta, ella abriría la mano y la mariposa escaparía, perdiendo de nuevo el sabio. Al plantearle al sabio la pregunta, el sabio sonrió diciéndola, “Depende de ti, ella está en tus manos”

Nuestro futuro y presente está siempre en nuestras manos. No hay culpables si algo nos falla. Si algo conseguimos o fallamos, nosotras somos las únicas responsables. Esa mariposa azul es nuestra vida y en nuestras manos está lo que queremos hacer con ella. Ese es mi bolso azul, el que una vez me regaló André, mientras abrazados en aquel lugar, me contó aquella leyenda, de mariposas azules y sabios.

Ojalá amiga mía cuando contemples un bolso azul recuerdes esta leyenda y rectifiques o no tu vida, sabrás que tú eres responsable de cómo te sientes, hacia donde vas, quien te quiere, a quién amas. Nunca nunca, dejes de ver esa mariposa.

Feliz día.

Precio en tienda 109 €

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bolso Piel azul