¿Porqué un sombrero Panamá? No solo por la calidad y beneficio de sus materiales, si no para definirte en tu estilo y ser un referente de tu personalidad.
Categoría: Complementos

Sombreros Fedora
Sombreros Fedora en El Rincón de Mamá
El sombrero Fedora se inventó a mitad del siglo pasado. Prenda únicamente masculina por entonces, ha ido evolucionando hacia el mundo de la mujer. Desde aquel famoso sombrero utilizado por el personaje de cine Indiana Jones ha llovido bastante, y es que la moda es continua revolución y cambio constante. El Rincón de Mamá ha traído para todas vosotras, una nueva colección de sombreros Fedora, para que podáis ver cúal se puede amoldar a vuestro estilo. Totalmente indeformable, antilluvia y complementamente diferentes para cada persona, para cada momento.
Dispones de Fedoras de ala ancha y de ala corta, igualmente que los modelos de Canotiers que disponemos.
El fieltro utilizado en cada sombrero Fedora es inglés, así como las lanas utilizadas de gran calidad. Prueba de ello son los diversos modelos que pueden observarse en la corona Inglesa, así como en las calles de ese país.
Nuestro país estuvo a la cabeza mundial junto Italia en la moda de sombreros. Nunca pasó de moda, quizás se ralentizó por las modas más casuales como las gorras de beisbol o los gorros de lana tipo neoyorquino. Pero poco a poco recuperamos estilo, gusto por el vestir, por una prenda que protege tanto del frío como del calor, por un complemento más como lo pueda ser un guante, una corbata, un buen echarpe.
A continuación podéis ver tanto en la galería como en el vídeo adjunto, alguno de estos modelos. Esperamos que te gusten.
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Un Connery en la cartera
Un Conery en la cartera.
Notar que te siguen, apretar el paso y sentir que alguien te respira en la nuca, doblar la esquina y correr al vehículo para salir disparado. Al lado nuestra cartera llena de documentos, mientras el primer semáforo tiembla en un ámbar poco piadoso pero no hay problema, porque nos da tiempo a pasarlo de sombra. Ajustamos el retrovisor y vemos que a través del cristal trasero casi empañado no nos sigue nadie. Levantar el pie del acelerador mientras nos mezclamos en la jungla del asfalto y somos uno más con el tráfico.
La verdad es que no hace falta tener un Aston Martin, ni sentirse perseguido por una facción que desea arrebatarnos los documentos de nuestra cartera, de echo no tienen ni porque ser documentos, quizás un valioso pergamino, o un diamante con un microfilm o simplemente una barra de labios junto a otra de chocolate a ser posible negro.
El diseño y la novedad traen personajes como un apuesto Conery dispuesto a portarlo. Da igual un poco esos cantos gregorianos que son los porta documentos estandarizados, de populosas marcas fabricadas en cadena, o de apetecibles comercios a los que a todos nos gustan que nos vean saliendo. La brillantez de lo único, la exclusividad de encontrarlo y nunca más repetirlo. Decía Dickens en su afamada novela, Oliver Twist “No juzgue nada por su aspecto, sino por la evidencia. No hay mejor regla.” Y es lo que avanzamos, por muy bello y estiloso que parezca un complemento, un vestido, un simple sombrero, no lo juzgues antes de evidenciarlo, de ver como te queda, de sentir como te sienta.
Ser única, sentirse única, no aceptar la regla de adquirir lo que tiene el de enfrente, evitar mimetizarse con el entorno, tirar el papel de camaleón y tomar el de una propia. En el DNI se especifica quienes somos, en tu estilo quién eres. No siempre es lo mismo, una simple nota de música sirve para afinar una ópera, sé tú esa nota y nunca nunca, dejes de sonar.
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6 turquesas con un anillo
¿Qué puedes hacer con 6 turquesas? Realmente en el momento actual poca cosa. Puedes ir de compras, ropa, accesorios, viajes, tecnología, cultura y tratar de pagar con ellas. Como poco el taquillero, vendedor, agente de viajes o revisor del Ave te puede mirar con cara de juzgar tu cordura. El trueque o el intercambio ya no se llevan al menos en el mundo occidental. A parte, ¿Quién puede valorar ahora el valor de una turquesa? ¿Un gemólogo, un geólogo, un tasador, un marchante de la naturaleza?
Con un anillo…un simple anillo de plata en el que un maestro artesano pueda engarzar una brizna de madre naturaleza en la maleable plata forjada por un hombre. Un simple anillo a los ojos de un profano, o un hermano del cielo a los ojos de un amante de la belleza.
El otro día una mujer bien vestida subía sin dinero al autobús que te lleva al aeropuerto. El conductor la observó detenidamente, vio en un bolsillo como sobresalía su tarjeta de embarque con la bandera de Italia, el rímel de sus ojos corrido, sus ojos con atisbos de un rojo atardecer de verano. Ella le ofrecía como pago del trayecto su anillo de turquesas, pero él lo rechazó. Solo la preguntó ¿te lo regaló él? Ella asintió mirándole a los ojos.
– Hoy es el día de la turquesa y sus portadores no pagan – le dijo el joven conductor.
Ella ruborizada le dio las gracias. Todo el trayecto pese al haber muchos asientos vacíos, la joven no se despegó de la barra más cercana al conductor. Desde mi asiento solo podía ver los ojos en el retrovisor de aquel joven mirándola de vez en cuando. Ella fijaba firme su mirada al frente, como si ya no existiera el mundo que dejaba atrás. Llevaba poco equipaje, un bolso acolchado de plata y lo puesto. En las curvas pronunciadas ella se agarraba fuerte a esa barra que ahora la sostenía y se veía el color rojo de sus manos al presionar con fuerza ese retén de hierro. Creo que lloraba, la otra mano se acercaba mucho a la cara.
Por fin llegamos al aeropuerto, salidas internacionales pero yo iba a las salidas nacionales, la última parada. Después de un rato consultando mi agenda, me percaté que aquel autobús ya no andaba y los pasajeros murmuraban. Efectivamente ya no había conductor, así que miré rápidamente por la ventana… una joven pareja cogida de la mano, ella con su anillo de turquesa aferrada a la mano de él, mientras ese joven se quitaba su chaqueta azul marino de conductor para arrojarla en la papelera que hay en la puerta de entrada a los embarques.
Nos bajamos de ese autobús para esperar que alguien nos recogiera, pero no tuve más remedio que tomar un taxi. El taxista malhumorado por la poca carrera que le reportaba mi trayecto me miraba de reojo, y yo le pregunté ¿Le gustan las turquesas?
-¿Cómo dice? – Me dijo extrañado.
No se preocupe – le dije sonriendo– no es usted mi tipo….
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