Castañuelas

Aires de Feria y Sevillanas

SERVICIO NO DISPONIBLE – SOLO HABILITADO EN VISPERA DE FERIA.

Palmas, luces, albero, guitarras, caballos, fino y sevillanas. Son palabras claves para definir lo que es una feria. Cierto, se puede clasificar dialécticamente, por gustos, prioridades incluso se puede marcar en el calendario esos días de abril en los que el real abre sus puertas y comienza la feria. Pero lo que no se puede definir ni clasificar son las sensaciones de llevar un vestido de sevillana en la que es sin duda, la feria más importante del mundo. Y no porque te las veas y te las desees para conseguir un hotel, ni porque el aeropuerto de Sevilla sea punto de encuentro internacional, ni siquiera por no  encontrar una banderita libre en un taxi. Es la mejor feria sin duda, por las ganas, por el trabajo, por la pasión y dedicación de todo un año de trabajo de los sevillanos.

Una tradición arraigada en el tiempo que no tiene visos de titubear si no todo lo contrario, cada vez va a más.

FERIA-CASETAS

El Rincón de Mamá como sabéis, tiene un toque particular de ver la vida, de disfrutarla. Todo adquiere otro carisma dependiendo de la luz con la que se mire. Y esa luz, esa pasión y calor nos la hemos traído de Sevilla. A nuestra calle Chile, a nuestra tienda con su Silo particular.

Una diseñadora, modista y artista ha traído su colección integra a Madrid. Para que todas nuestras amigas y clientas puedan sentir ya ese calor que emana de la feria y que sin duda, trae la vida y el calor del sol. Ya podéis visitarnos para disfrutar de su trabajo.

Trajes de sevillana, Vestidos de Sevillana, Mantillas, complementos, lunares y mucho arte.  Por el trato cercano, para hablar con su creadora, para sentirte sevillana.

Vestidos nuevos para vender y otros para alquilar. No hay excusa, no hay peros, no hay silencios en las guitarras. Si os llama la feria, si sentís las luces y el candor no dudéis en visitarnos.

No hay Giraldas en Madrid, ni paseos a caballo, ni Guadalquivir. Tenemos otras cosas, ni peores ni mejores. Porque el mundo es enorme, como nuestro país. A pocos metros de vosotras, la feria.

Que ya dirán otros tiempos y otras lenguas, que naciste para bailar, que pudiste aplaudir, que sonreíste aquella noche….como no…. En el Real!!

 

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PrimaveraMamá

Casi primavera

Hay que ver cómo pasa el tiempo. Las estaciones se van sucediendo unas a otras y las hojas del calendario van cayendo sin poder remediarlo. Esta mañana el sol, su luz había cambiado. Una tímida mariposa y las bandadas de aves que vuelven indican que algo maravilloso está a punto de suceder. Se acaba una estación, de frío y de colores oscuros. Vuelve a latir la naturaleza, el color ya precede a la primavera. Son nuevos días, de renovación, de cambio, de salir a la calle y tomar de nuevo las aceras, los parques, las ramblas. El aire es limpio, cargado de iones en las montañas, renovados en la estratosfera, sin teñir.

De nuevo en el Rincón de Mamá se abre la primera ante sus clientes y amigos. A un paso de tú vida, a un segundo del buen tiempo y de la calidad de tu sonrisa.

Ya casi es primavera para otros, para nosotros siempre lo es y si nos conoces, sobran las palabras.

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PrimaveraMamá

Anillo dhoti

Palacios Blancos

Siempre echaré de menos los palacios de Calcuta. Sus mármoles blancos, sus mil olores exóticos, la belleza de sus jardines, aquellos atardeceres turquesas. Solo fue un verano, a él le destinaron de su empresa a la India, tenía que firmar uno de sus aburridos acuerdos y me llevó consigo. Esos acuerdos podían durar semanas enteras, por eso siempre me llevaba con él. Yo hacía turismo y él trabajaba, pero siempre nos encontrábamos como dos desconocidos. Nos gustaba jugar, estamos muy enamorados y la vida era una sucesión de fotogramas en los que figurábamos como los artistas principales de la misma.

Fue en uno de esos juegos, en un antiguo palacete propiedad de la Compañía de Indias, reconvertido en un restaurante de lujo donde sucedió una de las mejores fantasías de mi vida. Mientras esperaba ojeando un periódico ilegible para mí, vi como se acercaba un hombre hindú con su Dhoti blanco. Supuse que se sentaría en la mesa contigua a la mía pero no le di más importancia. Yo pasaba las páginas observando con detenimiento las fotografías en un experimento propio, para intentar descifrar los titulares en ese alfabeto sánscrito con la imagen que les acompañaba. No sé cuanto tiempo pasó, cinco minutos o tal vez diez, pero al levantar la vista del periódico allí estaba él hindú sonriendo…espera…no era un hindú…¡era él!

dhoti

 El Dhoti blanco puro le hacía resaltar sus facciones, su bella mirada, su sonrisa de nuevo hindú, el cómplice de mi vida. Mientras se acercaba el dedo índice a los labios me susurró “No digas nada”. Nada podía decirle estaba sorprendida, muy gratamente sorprendida, casi hipnotizada. Me despertó un poco el tacto de un anillo en mi dedo, el fino metal plateado un poco más frío que el caluroso ambiente, y los detalles labrados que un rayo plateado de sol tuvo la gentileza de mostrarme.

 Siempre recordaré aquellos palacios de la India, especialmente los de mármol blanco y templadas cortinas de seda.

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Anillo dhoti

Ventana

La ventana

¿Qué es lo que normaliza la vida de una interna? ¿Cómo no volverse loca entre cuatro paredes? Y esos días en los que tumbada en la cama, mi mirada rebota con el blanquecino techo y me observa. Si al menos pudiéramos ver a través de las paredes y los muros, la vida sería más amena hasta nuestra salida. Pero solo nos normaliza relativamente la ventana. Una ventana soldada de barrotes, para evitar que las estrellas no secuestren una noche y no nos dejen por la mañana en esta rutina eterna. Mi triste ventana da a una valla, tan alta como el orgullo de las leyes, enmarañada de púas y de óxido, como algunos pasillos por donde la justicia arrastra sus pies descalzos y fatigados.  Desde mi ventana se ve el olvido, la sociedad que mira a otro lado, y a veces alguna golondrina que perdida, confunde este edificio con una isla en la inmensidad del ruido.

Pero siempre ha habido otras ventanas, ventanas que alegres se abrían a otros campos, otros paisajes, otras estaciones. Ventanas por donde el sol y el viento se mezclaban para embriagar al que observaba, de vida y buenos momentos. Recuerdo una ventana cerrada en un pueblo. Él se entretenía con su cámara en retratar lo obvio, inmortalizar lo efímero, mientras yo caminaba despreocupada. El sonido de mis zapatos jugaba con el eco de aquel lugar donde todo estaba cerrado. Un pintoresco pueblo perdido en un recóndito lugar de España, donde solo se llenaba de personas los días de verano…y estábamos en Febrero. Al cabo de un rato dejé de oír mis zapatos, mis pensamientos me habían llevado a imaginar cómo serían aquellas gentes que un día escaparon de esta bella soledad, para integrarse en un mundo cada vez más ocupado de quehaceres y obligaciones. Y fue como encontré aquella ventana con un regalo de mi queridísimo amado, siempre tan atento.

Antes de cogerlo en mis manos, me quedé observando aquella ventana. ¿Qué mujer u hombre la habría abierto todas las mañanas? ¿Qué es lo que esperaba del día? ¿Lo había encontrado al cerrarla de nuevo a la noche? ¿Qué es lo pretendemos nosotras todas las mañanas  al salir, cuando llevamos nuestro bolso, abrigo y el resto de las cosas? ¿Lo hemos encontrado cuando a la noche cerramos nuestras ventanas, puertas y ojos al dormir?

Aquella tarde pasó, puedo dar fe de lo que he disfrutado desde entonces de mi regalo. Pero he aquí en esta habitación, donde no hay ventanas que cerrar y peor aún…por las que huir.

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Ventana