Ventana

La ventana

¿Qué es lo que normaliza la vida de una interna? ¿Cómo no volverse loca entre cuatro paredes? Y esos días en los que tumbada en la cama, mi mirada rebota con el blanquecino techo y me observa. Si al menos pudiéramos ver a través de las paredes y los muros, la vida sería más amena hasta nuestra salida. Pero solo nos normaliza relativamente la ventana. Una ventana soldada de barrotes, para evitar que las estrellas no secuestren una noche y no nos dejen por la mañana en esta rutina eterna. Mi triste ventana da a una valla, tan alta como el orgullo de las leyes, enmarañada de púas y de óxido, como algunos pasillos por donde la justicia arrastra sus pies descalzos y fatigados.  Desde mi ventana se ve el olvido, la sociedad que mira a otro lado, y a veces alguna golondrina que perdida, confunde este edificio con una isla en la inmensidad del ruido.

Pero siempre ha habido otras ventanas, ventanas que alegres se abrían a otros campos, otros paisajes, otras estaciones. Ventanas por donde el sol y el viento se mezclaban para embriagar al que observaba, de vida y buenos momentos. Recuerdo una ventana cerrada en un pueblo. Él se entretenía con su cámara en retratar lo obvio, inmortalizar lo efímero, mientras yo caminaba despreocupada. El sonido de mis zapatos jugaba con el eco de aquel lugar donde todo estaba cerrado. Un pintoresco pueblo perdido en un recóndito lugar de España, donde solo se llenaba de personas los días de verano…y estábamos en Febrero. Al cabo de un rato dejé de oír mis zapatos, mis pensamientos me habían llevado a imaginar cómo serían aquellas gentes que un día escaparon de esta bella soledad, para integrarse en un mundo cada vez más ocupado de quehaceres y obligaciones. Y fue como encontré aquella ventana con un regalo de mi queridísimo amado, siempre tan atento.

Antes de cogerlo en mis manos, me quedé observando aquella ventana. ¿Qué mujer u hombre la habría abierto todas las mañanas? ¿Qué es lo que esperaba del día? ¿Lo había encontrado al cerrarla de nuevo a la noche? ¿Qué es lo pretendemos nosotras todas las mañanas  al salir, cuando llevamos nuestro bolso, abrigo y el resto de las cosas? ¿Lo hemos encontrado cuando a la noche cerramos nuestras ventanas, puertas y ojos al dormir?

Aquella tarde pasó, puedo dar fe de lo que he disfrutado desde entonces de mi regalo. Pero he aquí en esta habitación, donde no hay ventanas que cerrar y peor aún…por las que huir.

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Ventana