Bolso rosa a flor de piel

Esta mañana amaneció nublado. El otoño ya ha tomado el lugar que le corresponde (según dictan los reyes de España) y nos toca poner caras melancólicas y vestirnos de color gris. Los días de luz y calor del verano se han terminado y la razón nos dice que hay que volver a la lucha del día. Mis sandalias con un bostezo permanecen abrazadas, cada par con su gemelo, cada recuerdo dormitando.

Pero no sé por qué tenemos que vestirnos de colores apagados. Hace tiempo pensaba que era un luto que se guardaba al verano, pero el paso del tiempo me ha hecho pensar que nos ocultamos en esos colores. Que después de la felicidad y de lo bueno viene el tedio y la rutina.

Este otoño he decidido abandonar el luto o las convicciones de la mujer del hombre invisible. Demasiadas mujeres invisibles por la calle que parecen chocar unas con otras, sin lanzar chispas, sin colorear el frío aire.

Mi viejo bolso de Otoño no ha protestado cuando le ignorado. “Mejor para mí” pensaría mi bolso si tuviera conciencia. Y he salido a la calle pese a las nubes y a ese sol encapotado con mi nuevo bolso rosa de piel. Un tenue color para llevar mis cosas, a juego con mi móvil imaginario, con mi billete de avión al verano,  con el regalo de un atractivo admirador, con ese rímel que causa tortícolis a los hombres, con ese perfume que ideo Dior en su villa de Granville.

El rosa de mi bolso enoja al celoso que atesora grises y  sombras, al vendedor de mantas y abrigos de bostezo, al que usurpa el brillo de los ojos con los precios.

Esta mañana amaneció nublado y mi sonrisa le dio la vuelta al cielo…¿Podéis creer que pude oír reír al sol de los cielos?…. ¡Cierto!

 

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Portar las miradas

En las brisas tupidas por el mediterráneo, el viento portador de semillas y especias del otro lado del mar viene a descansar en la orilla. Un tranquilo paseo caminando entre olas que se desvanecen bajo nuestros pies. Hace poco que se fue el visitante ocasional y las gaviotas desterradas por el turismo de interior y exterior, vuelven a tomar lo que es suyo. Pasear por la costa Alicantina tiene su encanto. Costa salvaguardada por el Castillo de Santa Bárbara, cuya sombra de protector de los tiempos, acompaña a quién quiere fundirse con el agua, la tierra y el cielo.

Santa Barbara

 

Todo en la naturaleza es complemento. Las flores, sus pétalos y tallo, la horchata y el vaso que la contiene, el mirar y ser mirado. Milenaria costa de Alicante con su sol y estrellas, con su ir y venir de las personas, donde estuvo el romano se asentó el musulmán y cuando se fue este, vino un cristiano y luego más tarde otro. Pero la verdad es que nunca se fue el moro ni el cristiano, se fundieron en su tierra y las palmeras con su aliento, los dejó flotar a los cuatro vientos.

Los complementos de El Rincón de Mamá llevan en su bagaje de mezclas de buen gusto, chispas de exclusividad y selección natural y única. Un bolso puede tener identidad propia, al igual que un collar o una pulsera. Igual que en la naturaleza una ola nunca se repite, y la que precede a la que ruje en la roca, nunca la imita ni en tamaño ni en forma. Un complemento debe ser único, irreemplazable y que identifique a su portadora.

El rincón de mamá tiene mar donde se crean olas doradas, plateadas y hasta de azul añil. Olas para portar miradas, o para cubrirse en forma de bolso, vestido…pendientes.

Solo garantizamos portar las miradas, obviar lo invisible y mostrarse con fortaleza, clase y gusto. Como Santa Barbará y su mar, como la delicada concha en la arena, como el tañir de la campana cuando anuncia boda.

Dedicado a la ciudad de Alicante y a su voz radiada en ondas color azul.

Gracias Esmeralda Marugan por encontrarnos entre las estrellas.

Alicante

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Rosa Oro

Esta mañana

Esta mañana no he aguantado más. Sus regalos se agolpan sin abrir en el armario. Sus caricias obligadas por la rutina tienen en mí el mismo efecto que un gel barato en la bañera. Su día a día suena a hueco en mis oídos. Sus aficiones me inspiran a mirar a otro lado. Sus amigos… solo suyos. Y los fines de semana, odiosas costumbres donde el restaurante más caro, es el local más vacío de toda la ciudad.

Ya no suenan las campanas cuando me mira, hace tiempo que las vendieron en la chatarrería de los recuerdos opacos. Esta mañana me he marchado, he recogido mis cosas, el billete de tren y mi autoestima. He dejado las llaves de mi coche (que nunca fue mío) encima de ese mando de televisión que tanto le gusta, cuando yo le hablo…

Esta mañana he abierto todas las ventanas y yo me he escapado. Como un ave azulada que ya no recuerda de qué color es el viento, de que carisma estaba tejido el cielo.

Todo lo he dejado y no me arrepiento, solo mi anillo, el lazo de oro rosa que me regaló de novia. Es lo único que me ha regalado, sinceridad y una flor bordeada en el anillo rosa.

Esta mañana me he ido, con mi anillo, con mi vida, ya he vuelto a mi sitio. Soy feliz… de nuevo

Rosa Oro

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Casi las once

Atrapar el tiempo, medirlo, gestionarlo a nuestro gusto y vida. Con relojes de oro, de plata, de diamantes, de mil maneras y mil precios. Siempre queremos tener el control, limitar los imprevistos, tener la vida atada y bien atada.

Los relojes no tienen prisa. A razón de segundo a segundo, inmóviles desde una muñeca, repisa, pared de estación o aeropuerto, nos observan con sus esferas de cristal. Pulidos monóculos de un ciclope con modales, cronometran con su pestañeos  las idas y venidas, las carreras y los dulces paseos desde los que nos contemplan.

Ellos no dicen cuando se entra a trabajar, tampoco cuando hay que comer o cenar, ni siquiera a qué hora te encontraras con tu amada bajo un árbol anónimo.

Los relojes sugieren que son casi las once, que es buena hora para comer, que necesitas un abrazo, que no llegas tarde a ningún sitio, sino que vives tu vida y tu momento.

En el rincón de mamá también hay relojes que no marcan horarios. Tenemos relojes que ralentizan el tiempo dentro y crean una burbuja que nos aísla de las prisas, compromisos y rutinas, haciendo que disfrutes de tu momento, de tus minutos u horas, pero siempre tú tiempo.

Al escribir este artículo son casi las once, después de publicarlo para siempre serás casi las once. Una hora, un día, un simple y largo instante inmortalizado en palabras, encapsulado en buenas intenciones.

Así es el rincón de mamá, suma de instantes, de vidas, de momentos, de ir y venir de amigos, de forasteros que se hacen familia, de familia que se ausenta de su entorno y nos envuelve, de personas…

Recuerda… en el rincón de mamá siempre son casi las once. Si nos visitas olvídate de las prisas, nuestros relojes te pertenecen.

Casi las once

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