Una Tetera

Decálogo de una tetera

¿Una tetera? Sí soy una tetera.

De un tiempo a esta parte me siento algo vacía. No es por el té de las mejores plantas que albergo en mi interior, ni por las especiales tazas de cerámica tan alegres que me acompañan. Quizás sea por este tiempo, cuando una sale del lavaplatos lo único que la apetece es meterse en la alacena, pero esta casa tiene muchos amigos y me toca dar de nuevo la cara. Entonces la alacena se me hace inalcanzable en esa isla que es la mesa rodeada de dulces y galletitas. Las conversaciones se tornan en un oleaje que no permite ir más allá de lo que alcanza la vista. A veces la temática es agradable y se te hace corto el paseo, pero otras buf!

No alcanzo a pensar la vida de un vaso de agua, de vino o los imperturbables floreros de cristal que atienden todas las galas, cenas e invitaciones que no vienen a cuento. Quizás sean infelices o todo lo contrario muy felices, el caso es que soy una tetera y no debería al menos importarme la vida (como se dice ahora la vida útil) de los objetos.

La obsolescencia programada no va conmigo, puedo vivir siglos o un instante, todo depende de tu trato y cuidado no hay otros consejos. Me podrás limpiar a mano con delicadeza o hacinada en un lavaplatos mezclada con muranos o pequeños detalles de ikea, me da igual aunque prefiera tus manos. Mi cerámica da para muchos años y descuidos, pero muchos más para caricias y mimos.

Si no te gusta el té y me adquieres para adornar tu casa, para ser un elemento meramente decorativo, no te preocupes que no diré nada, ni escucharas mis suspiros cuando llegues a casa una fría tarde y te tomes un cola cao, o cuando las visitas se reúnan en torno a una coca cola, ¿Quién soy yo sino una educada tetera que no se mete donde no la llaman?

Pero eso sí, estaré todos los días de tu vida recordándote con mi sonrisa que estoy aquí para reconfortarte, para pausar tu tiempo, para que te diluyas en maravillosas conversaciones en mi presencia, que hay otras vidas y buenas costumbres que nunca han de perderse, para eso soy yo; Tú tetera.

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Una Tetera

Coral Point a la ligne

Corales de cera

Dicen que cuando el primer hombre avistó las islas vírgenes lloró al sobrecogerle la belleza que contemplaba. Y es cierto, después de navegar durante meses, caminar por la fina, blanca y suave arena rodeado de un paisaje digno de un Adán o una Eva, no deja indiferente a nadie. Pero no todos los tesoros, ni toda la belleza se encuentra en la tierra. El mar, eterno compañero de nuestra vida, recordatorio omnipresente del lugar en el que nacimos, nos guarda con su celo de mesura, tesoros confesables a todo aquel que peque de valentía, o que las ganas de ir más allá le partan con un golpe certero, las ganas de acomodarse.

El coral, un símil a los peines del viento que tantos artistas han sembrado en la costa, acaricia y despeina la claridad del sol bajo el agua. Un coral es un ser vivo, que vive por y para otras especies. Anémonas, peces multicolores, destellos del cielo y gafas de buceador veraneante. No, poco le importa al coral, quién le observa y solo añora tener piernas, cuando el ignorante vecino para mal ganarse la vida, y nunca mejor dicho, siega con su cuchillo oxidado el coral. Un bonito cadáver malvendido en bazares, un pedazo de vida sesgada en un llavero Made in la mediocridad del ser humano.

Coral

En el Rincón de Mamá guardamos tributo, o más bien mostramos al mundo un fetiche, un icono de la mar y la magnificencia de la vida en un Coral. Nuestro coral no está mancillado por el stainless steel made in vaya usted a saber. El nuestro está elaborado con la cera virgen y pura de las abejas. Como se hacía antes, con productos naturales, regalos de Natura, obsequios de la vida. Moldeada con mucho tesón y conocimiento, nuestro Coral de cera recuerda esos secretos que ocultan bajo la superficie, y que a poco trabajo podemos descubrir zambulléndonos en cualquier playa.

Pero no solamente hay corales, también hay rosas, esponjas, floreros y otros detalles para todos los bolsillos y sensibilidades. La vida genera la cera, la vida moldea la cera, la vida disfruta de este coral que poco tiene que envidiar a los de la mar, salvo claro esta las dulces nanas de Neptuno a sus hijas de la mar.

Esperamos que lo disfrutéis.

Puedes adquirirla por 70 euros aquí <

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Casi las once

Atrapar el tiempo, medirlo, gestionarlo a nuestro gusto y vida. Con relojes de oro, de plata, de diamantes, de mil maneras y mil precios. Siempre queremos tener el control, limitar los imprevistos, tener la vida atada y bien atada.

Los relojes no tienen prisa. A razón de segundo a segundo, inmóviles desde una muñeca, repisa, pared de estación o aeropuerto, nos observan con sus esferas de cristal. Pulidos monóculos de un ciclope con modales, cronometran con su pestañeos  las idas y venidas, las carreras y los dulces paseos desde los que nos contemplan.

Ellos no dicen cuando se entra a trabajar, tampoco cuando hay que comer o cenar, ni siquiera a qué hora te encontraras con tu amada bajo un árbol anónimo.

Los relojes sugieren que son casi las once, que es buena hora para comer, que necesitas un abrazo, que no llegas tarde a ningún sitio, sino que vives tu vida y tu momento.

En el rincón de mamá también hay relojes que no marcan horarios. Tenemos relojes que ralentizan el tiempo dentro y crean una burbuja que nos aísla de las prisas, compromisos y rutinas, haciendo que disfrutes de tu momento, de tus minutos u horas, pero siempre tú tiempo.

Al escribir este artículo son casi las once, después de publicarlo para siempre serás casi las once. Una hora, un día, un simple y largo instante inmortalizado en palabras, encapsulado en buenas intenciones.

Así es el rincón de mamá, suma de instantes, de vidas, de momentos, de ir y venir de amigos, de forasteros que se hacen familia, de familia que se ausenta de su entorno y nos envuelve, de personas…

Recuerda… en el rincón de mamá siempre son casi las once. Si nos visitas olvídate de las prisas, nuestros relojes te pertenecen.

Casi las once

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