SantanderCollar

Cabos que liberan

Soltar amarras, elevar anclas, hinchar las velas o poner las máquinas a pleno rendimiento. Abandonar el puerto y perderse en la mar, para buscar y quizás encontrar un nuevo horizonte con el cuál embelesarse. Como aquel de Santander  frente a una proa que sesgaba olas ahogando el rugido del viento en la espuma. El capitán con pulso seguro fijaba el timón rumbo a tierra, mientras la marinería sin aliento, tensaba cabos, aflojaba suspiros, templaba nervios.

El mar del norte no sabe en qué época vive. Le da igual un pecio romano, un galeón real, o un mísero petrolero que vierte sangre negra en sus aguas. El mar de norte tiene el brazo firme y nunca lo da a torcer. El capitán lo sabe pero no lo demuestra, los hombres lo respiran y se afanan en sus tareas sin mirar a los ojos de ese mar que les azota. Saben que si se detienen un instante para observarlo por el rabillo del ojo, este les enviará una ola traicionera que les arrojará a sus fríos y oscuros brazos.

Santander ya está cerca y sabe que ella le espera. El salitre, la sal, la brea, el humo del diésel ya no pueden enmascarar su perfume. Las gaviotas le dan ánimos, las manos quieren rendirse ante ese cabo que por el peso, quizás sostenga al mismo mundo. Otro golpe de mar lame la cubierta y atraviesa el neopreno que se antoja invisible ante ese frío que cala y casi detiene el corazón.

A la voz del capitán “Sujetaros que viene otra”, sus manos que ya no sienten, se aferran a ese áspero cabo, lengua de un demonio marino, o hilo celestial que te une a la vida, pero hiriente como las espinas de un crucificado.

El rompeolas que grita, que gime, que brama y asusta al hijo de Poseidón, empieza a quedar a la derecha, el barco tembloroso, alfil o peón de ajedrez marítimo, empieza a tranquilizarse. El rompeolas hace su trabajo y el puerto de Santander, ajeno a los asuntos de los marinos y la mar, les acoge en su seno.

Ella espera, se la ve entre el ajetreo de hombres, barcos y pescas. El mar ya no podrá recuperar lo arrebatado, al menos por esta vez. Rápidamente entra en su camarote, se limpia y cubre las manos con una venda bajo los guantes de oficial, blancos como esas nubes que vienen de ultramar.

Y finalizada la maniobra, desembarca con un pequeño paquete, abrazándose a su mujer amada, mientras que el corazón paralizado por el frío, empieza a bombear sangre.

Siempre es bueno soltar cabos, dejarse llevar por un abrazo, y flotar contra corriente, la dicha es saberse amado y por supuesto, vivirlo!

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Santander collar

 

A la sombra del Kamweti

Safari en KenyaEn mis safaris fotográficos en Kenia, siempre me ha maravillado el poder de la naturaleza. Enormes llanuras en la sábana, rebosantes de una vida que late ante tus ojos. Un viaje que toda persona debe de hacer al menos una vez en la vida. Por mi trayectoria profesional en el mundo de la moda, siempre he aprovechado estos viajes, para fundirme con la población local y ver como la belleza y la mujer siempre van unidas, sea el país que sea.
Este mes, ojeando una conocida revista de moda y belleza, cuyo nombre me permito omitir por convinciones propias, vi un collar en una de sus páginas que enseguida me devolvió a la madre naturaleza y los grandes momentos vividos en Kenia. En el continente africano, por desgracia la única cuna virgen del planeta, las mujeres se sirven de la naturaleza para embellecerse, o resaltar su feminidad. Desde pendientes, anillos, collares de hueso, a las más maravillosas piezas en oro casi virgen, diamante y otras piedras preciosas.

Collar Kamweti disponible en nuestra tienda - El rincón de mamá -

El collar de la revista es un precioso collar dorado con unos colmillos en negro o en  blanco que transmiten como no, algo más que lo meramente estético. Un colmillo de este tamaño es un arma para el animal al que pertenece. Al adaptarlo a un collar, no solamente se incorpora su lado estético, si no que también se incorpora una advertencia y un aviso. Un sutil «estoy armada aunque no parezca» y otras señales que se pierden en la noche de los tiempos, indican al psique masculino que se encuentra ante una mujer que nos atrae, aunque no sepamos realmente porqué.

En el mundo Occidental sólo es un complemento étnico, que recuerda al lejano África, equivocadamente incivilizado.
Obviamente el collar encajaba en el tipo de producto que ofrece el rincón de mamá, un producto de calidad excepcional, con un valor añadido no tangible para cualquiera. Solamente agradecer al contacto que tenemos en la revista, por facilitarnos las cosas para traeros este producto. Esperemos que lo disfrutéis y sepáis al menos que valor tiene para millones de mujeres en otra parte de nuestro mundo.

Mauro Bernard

Mujer Africana