Se puede, se debe, se consigue. Las hojas han terminado su ciclo tras un verano a veces demasiado “verano”, dejándose caer para desaparecer en un tarde otoñal. Hay lugares en los la prisa de vivir no se percibe y todo tiene su paso justo ante el reloj solar que nace todos los días por oriente. Esperar a que el tiempo mejore o seguir caminando en este paseo de nuestra vida.
Somos hojas, al fin y al cabo hace tiempo que partimos del árbol que nos dio la vida. Nos hemos balanceado con el viento, nos han mecido los remolinos y a todos nos han abandonado alguna vez en el parque del olvido.
Resistirse a ser perenne, cambiar con el clima, acompañar a la estación en la que estemos. Rubricar con nuestras iniciales, la ropa, el bolso, las llaves de nuestra felicidad. A veces giramos la cabeza, quizás añorando que vuelvan algunos momentos, pero el equilibrio nos puede y no debemos abandonarnos bajo ningún concepto.
Todos los días son primavera, renacimiento y superación. No es cuestión rendirse ni aceptar el ciclo que nos “toca” quizás impuesto por el dedo señalizador ajeno.
No somos de nadie, somos de nuestros sentimientos, de nuestras letras, de las que componen nuestro nombre, de las letras que definen nuestra personalidad, de las letras que marcan a fuego en los demás, nuestra actitud más sincera.
Letras, firmas, sellos, afirmaciones de nuestra presencia, detalles del rincón, ruegos cincelados y esculpidos con el viento.
Podemos, debemos conseguir lo que nos hace feliz, lo que nos mueve, lo que nos apasiona.
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