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Otoño de letras

Se puede, se debe, se consigue. Las hojas han terminado su ciclo tras un verano a veces demasiado “verano”, dejándose caer para desaparecer en un tarde otoñal. Hay lugares en los la prisa de vivir no se percibe y todo tiene su paso justo ante el reloj solar que nace todos los días por oriente. Esperar a que el tiempo mejore o seguir caminando en este paseo de nuestra vida.

Somos hojas, al fin y al cabo hace tiempo que partimos del árbol que nos dio la vida. Nos hemos balanceado con el viento, nos han mecido los remolinos  y a todos nos han abandonado alguna vez en el parque del olvido.

Resistirse a ser perenne, cambiar con el clima, acompañar a la estación en la que estemos. Rubricar con nuestras iniciales, la ropa, el bolso, las llaves de nuestra felicidad. A veces giramos la cabeza, quizás añorando que vuelvan algunos momentos, pero el equilibrio nos puede y no debemos abandonarnos bajo ningún concepto.

Todos los días son primavera, renacimiento y superación. No es cuestión rendirse ni aceptar el ciclo que nos “toca” quizás impuesto por el dedo señalizador  ajeno.

No somos de nadie, somos de nuestros sentimientos, de nuestras letras, de las que componen nuestro nombre, de las letras que definen nuestra personalidad, de las letras que marcan a fuego en los demás, nuestra actitud más sincera.

Letras, firmas, sellos, afirmaciones de nuestra presencia, detalles del rincón, ruegos cincelados y esculpidos con el viento.

Podemos, debemos conseguir lo que nos hace feliz, lo que nos mueve, lo que nos apasiona.

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MujeresMemoria

Mujeres y memoria

Las mujeres tenemos memoria para los buenos momentos, pero también para los malos. Por malos me refiero a fijarte en ofensas de otras mujeres hacia nuestra persona. Desde el comentario de una amiga por nuestra ropa, a los consejos que no nos convencían de nuestra madre. Quizás uno los pensamientos más agradables, es ver esa envidia en la mujer que contempla nuestro bolso, vestido y zapatos.  Es curioso, a cualquiera le gusta sentirse envidiada. Quizás nuestra formación, que en algún modo la religiosa nos pueda aconsejar acerca de la envidia, o la formativa que nos ofrece conocimientos para no caer en esa sensación.

Lo cierto es que nos hace feliz, no nos vamos a engañar, quizás nos hagan falta unos cuantos siglos para dominar a la envidia sana (¿Es sana la envidia? Seguro que lo es si nos hace feliz).

¿Pero qué es lo que más feliz te hace? ¿Tú hijos, marido, familiares, amigas, vacaciones, viajes, comprar ropa, leer un libro, mirar al cielo? Cada una tenemos esa respuesta, y como tal la atesoramos en nuestra memoria, para desempolvarla en momentos neutros o aciagos. Recordar una situación es revivirla, estar allí de nuevo deteniendo el momento y haciéndonos sonreír. Aunque quizás al volver al mundo real, se nos cree añoranza o tristeza. Pero cuando lo volvamos a recordar, nos volverá arrancar la misma sonrisa de nuevo.

El otro día en un evento en el hotel Palace al borde del cansancio extremo, pero sin parar de sonreír y enseñar nuestros productos a nuevas clientas, se produjo un momento divertido. Descubrimos de forma “casual” como incrementar el flujo de público a nuestro stand. Es un método sencillo que no se aprende en universidades ni escuelas. Ni siquiera los coach de moda o grandes formadores lo saben. Pero una vez aprendido, puedes ver y darte cuenta como ciertas personas lo han realizado desde tiempos inmemoriales (desde que el comercio existe) y nos pasa inadvertido.

Únicamente debéis saber que fue muy divertido, que nuestra memoria atesoró esa situación, surgida como un oasis en el desierto del agotamiento. El método os lo podemos contar en nuestra tienda, no queremos que quede escrito ya que solo puede ser aprendido estando plantándole cara a la vida. Al igual que no vienen en un  manual como vestirse adecuadamente para llevar nuestro propio estilo.

Así que seguir atesorando buenos momentos, no sentiros culpables por arrancar miradas y por supuesto, observar vuestra mirada en ese momento en un espejo para retratarla en vuestra retina. Eres felicidad, solo tienes que recordarlo más a menudo.

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MujeresMemoria

 

Brazalete

Brazaletes de estrellas

Dibujar estrellas en el cielo con el dedo, cualquiera puede hacerlo. Basta procurase un lienzo libre en un lugar apartado. Si es posible lejos del mundanal ruido, escondido de miradas indiscretas y sin cobertura. Los pasos a seguir son sencillos:

  1. Elegir un lugar del cielo sin estrellas.
  2. Impregnar bien nuestro dedo, en un imaginario bote de pintura acrílica. El color el que más nos guste, o mejor el que más nos apetezca.
  3. Se recomienda llevar modelo. A ser posible que pose para nosotras. Una fotografía puede valer, pero el modelo tiene matices que no se pueden ver en las fotos.
  4. Empezar a pintar, con ritmos pausados, es decir cómo nos dé la gana. Lo que sentimos, el lugar donde brota lo que nos hace feliz, dibujarlo todo en el cielo.
  5. Mientras ejecutemos este sano arte, veremos cómo empieza a surgir una estrella. Su nombre, será el que dispongas. Tú la has dibujado.

Y para terminar fotografíala con tus ojos, retrata en tu memoria ese momento, la estrella pasajera, fugaz si cabe y la mirada sonriente de tu modelo. El resto de la noche ya sabes, perderse en cinturones de estrellas o sentir como vibras con las constelaciones.

 

Quizás el brillo del  brazalete de circonio, que te mostramos en el Rincón de Mamá, guarde una relación con esa noche. Al menos sabemos que su brillo, equiparable al microsegundo que un destello de tú estrella dibujada.

Brazalete y estrellas, combinación que crea buenos momentos. Disponible ya sabes, en el horizonte de la realidad y tus sueños.

Haciendo posible la realidad a través de la belleza. Dibujando siempre… los luceros al alba.

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SantanderCollar

Cabos que liberan

Soltar amarras, elevar anclas, hinchar las velas o poner las máquinas a pleno rendimiento. Abandonar el puerto y perderse en la mar, para buscar y quizás encontrar un nuevo horizonte con el cuál embelesarse. Como aquel de Santander  frente a una proa que sesgaba olas ahogando el rugido del viento en la espuma. El capitán con pulso seguro fijaba el timón rumbo a tierra, mientras la marinería sin aliento, tensaba cabos, aflojaba suspiros, templaba nervios.

El mar del norte no sabe en qué época vive. Le da igual un pecio romano, un galeón real, o un mísero petrolero que vierte sangre negra en sus aguas. El mar de norte tiene el brazo firme y nunca lo da a torcer. El capitán lo sabe pero no lo demuestra, los hombres lo respiran y se afanan en sus tareas sin mirar a los ojos de ese mar que les azota. Saben que si se detienen un instante para observarlo por el rabillo del ojo, este les enviará una ola traicionera que les arrojará a sus fríos y oscuros brazos.

Santander ya está cerca y sabe que ella le espera. El salitre, la sal, la brea, el humo del diésel ya no pueden enmascarar su perfume. Las gaviotas le dan ánimos, las manos quieren rendirse ante ese cabo que por el peso, quizás sostenga al mismo mundo. Otro golpe de mar lame la cubierta y atraviesa el neopreno que se antoja invisible ante ese frío que cala y casi detiene el corazón.

A la voz del capitán “Sujetaros que viene otra”, sus manos que ya no sienten, se aferran a ese áspero cabo, lengua de un demonio marino, o hilo celestial que te une a la vida, pero hiriente como las espinas de un crucificado.

El rompeolas que grita, que gime, que brama y asusta al hijo de Poseidón, empieza a quedar a la derecha, el barco tembloroso, alfil o peón de ajedrez marítimo, empieza a tranquilizarse. El rompeolas hace su trabajo y el puerto de Santander, ajeno a los asuntos de los marinos y la mar, les acoge en su seno.

Ella espera, se la ve entre el ajetreo de hombres, barcos y pescas. El mar ya no podrá recuperar lo arrebatado, al menos por esta vez. Rápidamente entra en su camarote, se limpia y cubre las manos con una venda bajo los guantes de oficial, blancos como esas nubes que vienen de ultramar.

Y finalizada la maniobra, desembarca con un pequeño paquete, abrazándose a su mujer amada, mientras que el corazón paralizado por el frío, empieza a bombear sangre.

Siempre es bueno soltar cabos, dejarse llevar por un abrazo, y flotar contra corriente, la dicha es saberse amado y por supuesto, vivirlo!

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