No es por los rayos solares, que atravesando una distancia considerable, sobrepasando la estratosfera terrestre y ya casi libres de sus radiaciones impactan sobre tu cabeza. Se me antojaría demasiado científico cuando esta prenda es más perteneciente al espectro poético que la cinta métrica de un laboratorio. Sería por ende más correcto indicar que el sol en su despertar matutino pierde uno de sus dorados gemelos, esos que penden de sus puños. Y que tras una agradable travesía allá entre las estrellas amigas, se va a posar sobre tu cabello.

Si es más correcto, como lo es a veces las tiernas caricias pueden tornarse en un tímido pellizco que nos frena en seco. De lo que se trata no es de cubrirse del sol, que también, si no de reflejar esos rayos que como un foco de un teatro (en este caso el de la vida) inciden en nuestra figura. De este modo al ir paseando, o simplemente en estado estacionario contemplando desde una simple flor a un escaparate de DIOR, el sombrero en este caso un sombrero Panamá de fibra 100% natural, hará de nosotros un punto de referencia en torno a lo que nos rodea.

Sombrero Panamá

Y ya puede estar pasando el más flamante de los Aston Martin, o nuestro lado la más variopinta fauna del famoseo, que nosotras siempre serenos un punto y aparte.

De esto ya lo sabían bastante bien los pintores, bástese dar un paseo por el Louvre, el Prado o Orsay para saber hacia dónde miraban los pintores. ¿Qué resalta en una escena de una galería, de una avenida, de una ciudad o una reunión social?

Obviamente el sombrero panamá tiene su lugar, su día a día y su jurada batalla desde que su fibra nació en el jardín del edén, combatir el calor con elegancia.

Pieza inagotable, incombustible, eterna.