Esta mañana amaneció nublado. El otoño ya ha tomado el lugar que le corresponde (según dictan los reyes de España) y nos toca poner caras melancólicas y vestirnos de color gris. Los días de luz y calor del verano se han terminado y la razón nos dice que hay que volver a la lucha del día. Mis sandalias con un bostezo permanecen abrazadas, cada par con su gemelo, cada recuerdo dormitando.
Pero no sé por qué tenemos que vestirnos de colores apagados. Hace tiempo pensaba que era un luto que se guardaba al verano, pero el paso del tiempo me ha hecho pensar que nos ocultamos en esos colores. Que después de la felicidad y de lo bueno viene el tedio y la rutina.
Este otoño he decidido abandonar el luto o las convicciones de la mujer del hombre invisible. Demasiadas mujeres invisibles por la calle que parecen chocar unas con otras, sin lanzar chispas, sin colorear el frío aire.
Mi viejo bolso de Otoño no ha protestado cuando le ignorado. “Mejor para mí” pensaría mi bolso si tuviera conciencia. Y he salido a la calle pese a las nubes y a ese sol encapotado con mi nuevo bolso rosa de piel. Un tenue color para llevar mis cosas, a juego con mi móvil imaginario, con mi billete de avión al verano, con el regalo de un atractivo admirador, con ese rímel que causa tortícolis a los hombres, con ese perfume que ideo Dior en su villa de Granville.
El rosa de mi bolso enoja al celoso que atesora grises y sombras, al vendedor de mantas y abrigos de bostezo, al que usurpa el brillo de los ojos con los precios.
Esta mañana amaneció nublado y mi sonrisa le dio la vuelta al cielo…¿Podéis creer que pude oír reír al sol de los cielos?…. ¡Cierto!
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Un comentario sobre “Bolso rosa a flor de piel”