La mañana era fría, a esas horas no había casi nadie en la zona de seguimiento, apenas el personal necesario para supervisar las constantes vitales, meteorología y alguien de control en tierra redactando algún informe. Los monitores fluctuaban de vez en cuando por alguna interferencia del espacio, pero la señal era clara el 95% del tiempo, algo bastante aceptable para una misión de estas características. La taza de café se enfriaba con rapidez y yo solo podía contemplar a mi astronauta en su reposo. La aceptación de su misión fue un duro golpe sentimental para los dos. Teníamos planes juntos, un destino científico en un complejo en las Bahamas, ya habíamos visto nuestra casa, conocíamos a los que iban a ser nuestros compañeros, nuestro futuro estaba a punto de escribirse. Hasta que llegó la llamada que a él le cambió la cara y a mi el ama. Compartimos la noticia y la sensación de alegría, rabia, jubilo y tristeza nos dejo abrazados un buen rato. El corazón pesa, como también lo hace el deber, una oportunidad única, dos años separados por el espacio, una misión en el lejano marte.
Rápidamente rehicimos nuestros planes, por mi titulación académica y un máster acelerado pude optar a un puesto (de noche) en el control de la misión. Al cabo de unos meses, él partió un martes por la mañana después de una semana sin verle por la cuarentena. Me saludó con la mano cubierta en su guante espacial mientras subía al transporte que le llevaba a ese cohete Pegaso para subir a las estrellas.
Ya hace 1 año que partió, hablamos semanalmente por videoconferencia espacial. Me escribe todas las noches desde las estrellas, donde mi corazón le acompaña a todas horas. Me cuenta que ha visto una roca que le recuerda a Chaplin, que un día creyó escuchar las olas del mar, que a veces tiene ganas de correr sin traje por la superficie, que canta o intenta cantar ópera en el rover, que mira mi fotografía cuando se siente solo…
Pero hoy, justo hoy el día de mi cumpleaños el jefe de misión revisando el material que recibe desde marte, ha seleccionado una fotografía que me ha entregado. Soy muy feliz, allí arriba en el silencio y la inmensidad del universo, está la persona que amo, que siento a mi lado. Y solo puedo esperar, que regrese para perdernos juntos en el océano de la vida para sortear y disfrutar lo que nos tenga deparado.
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