Pocas veces he visto un otoño tan apacible. Las hojas de los árboles caen por la pérdida de paciencia ante un invierno que parece que no llega. En esta estación del año, los helados de almendra confitada, aún plantan cara a un Chocolate caliente. Un otoño rebelde que no hace de juez, y que da protagonismo a dos épocas del año que conviven en una armonía hasta ahora desconocidas.
Quizás por ello un cómodo abrigo de claveles, sea la prenda ideal para unirse a este Otoño anti frío, novio de la primavera. ¿Qué son al fin y al cabo las tardes de un laureado Otoño, si no más bien el retoño de las buenas sensaciones?
Abrigarse de una misma, embadurnarse delicadamente en un suspiro tenue de perfume para cubrirse con la capa del estilo, de este gabán adornado de lunares y claveles rojos…como el de André en su solapa. Apenas hay ya hombres que luzcan un clavel en la solapa, que un rojo prendido de naturaleza afirme su gallardía y porte. Quizás ahora sonrío y entre mis labios se escapa una pequeña risa. Decir en estos tiempos gallardía y porte es como decir a nuestros ancestros, libertad de horarios y sostenibilidad. Nada tiene que ver ya con nada, y por eso me temo que las influencias del Otoño se antojan lo que le viene en gana. Y para gustos….colores.
La tarde sigue cayendo, la noche empieza a entrometerse y la calle se llena de hombres con chaqueta o gabardina, y de mujeres con pellizas, tabardos, capas y las más rebeldes…con abrigos de flores. Mirar bien cuando os la crucéis; la mujer que va del brazo del caballero con clavel, no es otra que la primavera.
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